La gran oportunidad de la revolución bancaria en las pequeñas empresas

Las predicciones más sombrías de estos inicios de 2020 aseguran que estamos abocados a una nueva crisis, cuando todavía los efectos de la sacudida del colapso financiero iniciado en 2007-2008 todavía se hacen notar en buena parte de la sociedad y de la economía. Sin embargo, según en qué sector y con qué perspectiva se miren, los datos nos hablan de un mar de oportunidades comerciales y de servicios de nuevo cuño.
Hablamos de la Segunda Directiva de Servicios de Pago (PSD2), y de las posibilidades que abre de cara a introducir a nuevos y relevantes jugadores, más ágiles, más digitales, más conectados con la sociedad líquida en la que nos movemos, para establecer lazos y sacar provecho de la relación entre empresas, clientes y entidades financieras tradicionales.
Hablar de PSD2 es tanto como hablar de las opciones derivadas del Open Banking, entendido como conjunto de interfaces que brinda a los consumidores y propietarios de negocios la opción de compartir información financiera con otros bancos, proveedores financieros y terceros confiables. La importancia de estas nuevas posibilidades es que, siempre que se haga de manera efectiva, el uso de estas opciones está orientado a lograr determinados objetivos esenciales en el funcionamiento de cualquier compañía: mejor gestión del flujo de caja; mejores ofertas en productos y servicios financieros; y reducción de costes recurrentes.
Por si lo anterior no fuera un suculento mercado del que echar mano, datos recientes de la Federación de Pequeñas Empresas del Reino Unido (FSB, por sus siglas en inglés), hablan de la todavía importante inmadurez que encontramos entre estos pequeños negocios a la hora no ya de aprovecharse de estas posibilidades, sino de entenderlas o incluso tener conocimiento de las mismas. Unas cifras que destacan, por tanto, el impacto mínimo que esta legislación está cosechando por el momento en determinados segmentos de empresa.
Según la encuesta de esta Federación, realizada entre más de un millar de sus miembros, ligeramente más de una de cada siete (15%) pequeñas empresas están compartiendo de hecho, en la actualidad, sus datos de cuentas bancarias comerciales electrónicamente con terceros. De las que sí lo hacen, una inmensa mayoría (87%) tiene como único desempeño actualizar su software de contabilidad.
Y no solo es que el uso de estas capacidades sea minoritario. Es también que dos de cada tres (65%) de estas pequeñas empresas afirman que en ningún caso considerarían compartir sus datos bancarios con otros proveedores de servicios financieros por vía electrónica. Es decir, que hay un largo trecho de evangelización por delante: un win-win en toda regla tanto para las firmas que les lleven de la mano hacia la PSD2, como para las propias pequeñas empresas que utilicen este nuevo escenario para incrementar su facturación, su rentabilidad y sus ratios de eficiencia.
Si ampliamos este segmento de empresas que no tienen feeling alguno con la Directiva, la FSB observó que cuatro de cada diez (43%) creen que compartir datos bancarios de esta manera compromete la seguridad de dichos datos, mientras que una proporción algo menor pero también significativa (37%) tiene bastantes dudas sobre los “supuestos” beneficios que tendría iniciar dicha actividad. Además, de estos propietarios de pequeñas empresas que no considerarían compartir sus datos de cuentas bancarias comerciales con otros proveedores de servicios financieros por vía electrónica, 17 de cada 20 (85%) afirman que, cuando deben hacerlo, son “cautelosos” al hacerlo.
“Siempre hemos dicho que, si se hace bien, los beneficios de Open Banking serán enormes. Brindar a las pequeñas empresas la capacidad de integrar datos de flujo de efectivo, facturas, nóminas, servicios públicos e impuestos en un solo lugar significa darles la capacidad de identificar nuevas eficiencias. Y al compartir ese panorama general con expertos confiables, las ganancias deberían amplificarse”, ha señalado en ese sentido Mike Cherry, presidente nacional del FSB, según la información corporativa hecha pública por la propia entidad.
El responsable de la Federación no duda en apuntar algunas posibles causas de esta posible indecisión: “El colapso financiero arroja una larga sombra. Muchos propietarios de pequeñas empresas todavía no confían en los prestamistas para hacer lo correcto. (…) Esto siempre iba a ser difícil de vender: en un momento se nos dice a los dueños de negocios que hagamos todo lo posible para proteger los datos confidenciales, al siguiente nos dicen que es seguro distribuirlos.
Aunque se trate de una encuesta para la realidad empresarial del Reino Unido, las conclusiones del estudio son válidas para la mayoría de los mercados. Entre ellas, la necesidad de ver esfuerzos concertados a nivel institucional para “asegurar que las interfaces de programación de aplicaciones de Open Banking sean absolutamente herméticas, y los propietarios de pequeñas empresas sean plenamente conscientes de los beneficios de usarlas”.
De esta forma, tal y como vaticina Cherry, y desde GDS Modellica suscribimos: “todavía hay tiempo para una revolución bancaria en las pequeñas empresas”.
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