La frase “haz todos los días algo que te asuste” se atribuye habitualmente por error a quien fue primera dama de EEUU entre 1933 y 1945, Eleanor Roosevelt. La cita en realidad corresponde a un ensayo de 1997 de Mary Schmich, columnista del Chicago Tribune. La frase se engloba en una reflexión más amplia sobre el miedo al futuro, algo que hoy conocemos bien por las incertidumbres generadas por la pandemia COVID-19. Una reflexión que, además, queda ratificada por esta realidad tan reciente: “No te preocupes por el futuro.
O preocúpate, pero sabiendo que preocuparse es tan efectivo como tratar de resolver una ecuación de álgebra masticando chicle. Los verdaderos problemas en tu vida pueden ser cosas que nunca pasaron por esa mente tuya preocupada, ese tipo de cosas que te dejan sorprendido a las 4 de la tarde en un martes cualquiera. Haz todos los días algo que te asuste”.
Además de describir perfectamente el momento histórico que atravesamos (quién se habría preocupado hace solo tres meses por una pandemia que nos llevaría a la peor crisis desde la II Guerra Mundial), la reflexión de Schmich parece estar en la guía de las instituciones financieras actuales. Lejos de tener miedo a los fenómenos de la disrupción, abrazan cada vez con más fuerza los proyectos innovadores y los incorporan dentro de su, también, “nueva normalidad”.
La plataforma de banca abierta Tink ha publicado en fechas recientes los datos procedentes de un estudio basado en una encuesta a 290 decision-makers de alto nivel en instituciones financieras de 12 países europeos. Es un número significativo de perfiles de calidad para comprender que realmente se ha producido un vuelco importante y que acabará de decantar la balanza. Hoy son 6 de cada 10 instituciones financieras (61%) las que declaran sentirse positivas acerca del open banking, en un crecimiento de seis puntos porcentuales sobre los datos del año pasado.
Además, más de la mitad de los encuestados (52%) se sienten hoy más positivos que el año pasado, y la cantidad de tomadores de decisiones que optan por el sentimiento contrario (más negativos), está en un prácticamente despreciable 1% del total de respuestas.
Ahora bien, que se haya producido este vuelco no quiere decir que se vayan a beneficiar inmediatamente de los cambios e innovaciones que vienen de la mano del open banking. De hecho, según los autores, muchas instituciones adolecen de falta de estrategias al respecto. Dicho en sus propias palabras, “los resultados sugieren que algunas instituciones siguen sin tener claro cómo realizar su potencial”.
Afirmaciones que no vienen del aire. Según los datos de la encuesta, casi la mitad de los encuestados (46%) no confía en que los beneficios sean ampliamente entendidos dentro de su organización. Y un porcentaje similar (42%) considera que su organización no tiene una estrategia clara para obtener esos beneficios.
En opinión del cofundador y CEO de Tink, Daniel Kjellén, existe una visión parcelada en algunas instituciones, que solo han entendido la banca abierta como un problema de cumplimiento normativo (PSD2). Otra perspectiva habitual es la de percibir el fenómeno como “un juego estratégico a largo plazo que implica un cambio significativo en su modelo de negocio a lo largo del tiempo”. Y tanto una mentalidad como la otra hacen correr el riesgo de “perder el impulso de negocio de la banca”.
“Para las instituciones inteligentes y ágiles que miran más allá del cumplimiento y pueden innovar rápidamente, existe una gran oportunidad para la creación de valor a corto plazo y rápida a través de la banca abierta. Al comportarse más como proveedores de terceros (TPP) y aprovechar al máximo las API que ya están en el mercado, las instituciones pueden cosechar los beneficios inmediatos: crear productos y servicios mejorados y mejorar la experiencia del cliente”.
Buena parte del impacto de esta encuesta la han cosechado las instituciones financieras británicas, que se han mostrado de media mucho más receptivas que sus “colegas” europeas (entrecomillado de matiz necesario por el Brexit), hasta el punto de que en el Reino Unido son 3 de cada 4 entidades (74%) las que se sienten positivas al respecto. Algo que según la plataforma responsable de la encuesta se debe en gran parte a que este país ha sido “pionero” desde el mandato de la Autoridad de Mercados y Competencia (CMA) en 2017, para abrir el mercado e impulsar una mayor competitividad en los servicios financieros.
La segunda posición en el ranking la ocupa España, donde llegan al 69% los tomadores de decisiones que se sienten más positivos que hace un año. Una cifra considerablemente superior a la media europea (52%), y definitivamente muy por encima de países como Holanda, donde ese entusiasmo se queda en un exiguo 30%.
No solo eso, sino que España es el líder destacado en cuanto a las percepciones sobre si existe una estrategia clara para beneficiarse de la oleada open banking. En concreto, 8 de cada 10 encuestados (79,3%) responden en este sentido, frente a la media europea del 57,6% y a mucha distancia de fineses y daneses, que cierran la tabla con un 40% cada uno en esta cuestión.
Sin embargo, no todo pueden ser buenas noticias para nuestro país, ya que ocupamos el furgón de cola junto a Italia y Portugal en cuanto a asociaciones entre instituciones financieras y empresas fintech para aprovechar ese potencial. Solo un 17,2% de respuestas afirmativas, frente a un 22,4% de la media europea, y dos países liderando la tabla como Bélgica (38,1%) y, de nuevo, Reino Unido (33,3%).
Por tanto, en España es momento ahora de incentivar esas asociaciones para extraer de veras el potencial. Especialmente en una situación como la actual. Porque entusiasmo y actitud sobra, y no deben verse frenadas por nada, ni siquiera la preocupación por el futuro. Porque preocuparse por el futuro vale tanto como intentar resolver un problema de álgebra mascando un chicle.